Capítulo 10 - Una noche loca







El Secreto
de
Pipo

Capítulo 10 - Una noche loca

de Anita Walker Moon

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- ¡Ya está! ¡Se acabó! Flu ya está en el balcón. Ahora, niñas, cada una a su cuarto y ya hablaremos -, sentenció el padre.

María se dio la vuelta y miró a Pipo. "Volveré", dijo en un susurro moviendo mucho los labios.

- ¡Vamos! ­ gritó de nuevo su madre mirando extrañada el rostro sonriente de María-. Y llévate todos estos muñecos.

María se alejó del balcón y empezó a recoger sus cosas del suelo: el osito, sus muñecos, el flotador de pato y las fotos de su cantante preferido. Debajo de aquel montón de trastos, apenas se distinguía el flaco cuerpo de María que se deslizaba hacia su habitación.

Cuando ya estaba a punto de alcanzar la puerta, María escuchó un grito tembloroso que le hizo soltar todos sus

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muñecos de golpe:

- ¡Maríaaa! ­ era la abuela que estaba un poco sorda. Se había acercado a ella y pensando que hablaba en susurros, gritaba -, ¿Puedo dormir contigo esta noche?

¡Lo que le faltaba! Su abuela era así. Padecía de insomnio; pero es que, además, la abuela también tenía miedo. Y las noches en que su abuela tenía miedo, despertaba a María y le pedía que hiciera un hueco en su cama. Y María siempre se lo hacía. La respiración fatigada y cálida de su abuela le gustaba..

¡Pero aquella noche no! Aquella noche ella tenía que regresar al salón sin que nadie se enterase. ¿Qué podía hacer?

Con agilidad imprevista en una anciana, la abuela había adelantado a María y ya estaba en la puerta de la habitación de

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la niña. María recogía sus muñecos meneando la cabeza: "¿Qué puedo hacer? ¡Y el pobre Pipo encerrado en el balcón!"

- Abuela ­ le dijo en un susurro cuando entró en su habitación -, ¿por qué no duermes con Cloti?

a abuela la ignoró completamente y se metió en la cama dando golpecitos al colchón como invitándola a subir.

- Si es que está sorda como una tapia-, se dijo María mientras se ponía el camisón.

Se acostó a su lado y permaneció atenta a los sonidos de la casa, haciendo esfuerzos por no quedarse dormida.

Su abuela llenaba de suspiros el aire de la habitación y el murmullo del mar se escuchaba a lo lejos. El resto era silencio.

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María se levantó sigilosa de la cama y, de puntillas, se acercó a la puerta..

- ¿Dónde vas? ­ gritó la abuela de repente.

María casi grita, del susto.

- ¡Ssssshh! ­ dijo poniéndose un dedo en la boca.

Luego colocó sus manos entre las piernas y empezó a dar saltitos. Aguantó la respiración hasta ponerse colorada y dejó los ojos en blanco. Su cara ensayó todas las muecas que conocía y, poco a poco, se fue arrastrando hacia la puerta encogiendo su cuerpo hasta dar casi con el pecho en las rodillas.

La abuela entendió de sobra que María necesitaba ir urgentemente al cuarto de baño. Así que se dio media vuelta y cayó como un tronco resoplando con

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placer.

María respiró con alivio. Se dirigió al salón sin apenas rozar el suelo. Caminaba con la punta del dedo gordo del pie y el camisón recogido, rezando para que Flu no ladrase cuando ella abriera el balcón.

Al pasar por delante de la habitación de Cloti, la puerta se abrió repentinamente y los curiosos ojos de su hermana se encogieron en la oscuridad. María, que ya no ganaba para sustos, se irguió todo lo que pudo, cerró los ojos y estiró los brazos a la altura del pecho. Su paso se hizo lento y comenzó a dar vueltas por el pasillo.

- María ­ susurró Cloti -. ¿Estás sonámbula?

- ¡Siii! ­ respondió María con voz de ultratumba.

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- Entonces, ¿por qué me respondes?

- Yo no soy María - dijo la niña con la voz más ronca y lúgubre que pudo -, soy el espíritu que la poseeeee.

Cloti abrió mucho los ojos encogiendo su cuerpo. María no sabía si se encogía de miedo o simplemente se estaba preparando para saltar sobre ella. Pero Cloti cerró la puerta de un manotazo y María escuchó el sonido del cerrojo de la habitación de su hermana.

La niña ahogó unas risillas y corrió hacia el salón todo lo rápido que pudo, intentando no hacer ruido.

"Por fin", se dijo cerrando la puerta a sus espaldas. Pipo, desde la cristalera, le miraba con los mismos ojos que Flu y un castañeo en los dientes.

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